16/1/17

Limpieza 1

Estoy acomodando cuadernos del año pasado. Tengo algunos textos en crudo, que ni siquiera terminé, escenas sueltas.
Los voy a ir subiendo acá, como para no perderlos. Quién sabe, tal vez un día los recupere o algo.

El vagón del metro se aleja mientras busco la dirección en la agenda del celular. ¿Tenía que subir por Matamoros o por Hidalgo? Demoro en decidirme, rápidamente el andén se vacía. Por la izquierda se acerca un joven alto y delgado, extiende hacia mi sus manos crispadas y tensas, parece que va a hablarme, pero de golpe cambia de idea y alza las manos escondiendo su rostro. Como no representa un peligro, lo observo con curiosidad distante, es evidente que tiene un problema.
¿Y quién no lo tiene? digo en un susurro. Mi voz rebota contra las azulejadas paredes del túnel y es escuchada por manos crispadas, que me mira y asiente en silencio.
Mi indecisión finaliza y elijo la escalera que sale a Matamoros. Los peldaños mecánicos me llevan al segundo nivel, camino cuatro metros y tomo una segunda escalera, con el doble de largo de la anterior. Miro el pasamanos de goma negra y pienso en el muchacho, me pregunto si se atrevería a tomarlo. Trato de imaginar las infinitas manos del día, grandes, pequeñas, morenas, pálidas, con y sin anillos, con y sin callos... Mis guantes se aferran al pasamanos hasta llegar al siguiente nivel, donde una tercera escalera me espera, esta vez doblando a la izquierda.

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