29/4/08

Cuando pase.

El domingo tembló en el D.F.
Por suerte no tengo mucha experiencia en terremotos. Desde que llegué debe ser la 4 vez que tiembla de forma evidente (esta ciudad está bamboleándose constantemente, como si bailara en la misma baldosa). El primero del que me enteré me agarró en el laburo, de repente dicen "tiembla" yo estaba sentada y sentí una leve sensación de mareo, como un suave vaivén, casi interno, "huia, es cierto, ta bueno!" algo así fue mi comentario.
A partir de ahí empecé a detectar con más claridad cuando temblaba, igual para cerciorarme solía mirar las lámparas, si se movían, era temblor, si no, era yo nomás. El año pasado hubo una noche que se movió un poco más en serio, por suerte estaba dormida. Mi compañero me sacude y me dice "che, se está moviendo todo" yo miré la lámpara y si, se movía...el consejo en estos casos es salir a la calle, pero la verdad es que no me dio, me di vuelta y seguí durmiendo lo más tranquila (supongo que debo de haber pensado que si me tenía que morir mejor que fuera dormida o alguna cosa por el estilo) al otro día en el laburo escuché los comentarios, por lo visto en algunas zonas había estado grosso.
Y entonces el domingo tembló. Me agarró en el baño (si, linda imagen...) la verdad es que me asustó, debe ser porque ahora estoy en un 4 piso y entonces debo de haberlo notado más, pero me movió bastante. Hasta amagué con bajar, pero quedé en el amague, ahí, medio alerta por si replicaba, pero no, no se movió más.
La que se movió fui yo, no sé, no es pavada que se te mueva el piso y se ve que depende cómo te agarre (y no me refiero al baño) pero no quedé bien, no puedo hacer como si no pasara nada (digamos que la posibilidad de un temblor es algo inevitable e imprevisto, entonces uno no puede más que apechugar cuando toca)ahí hay algo que puede pasar, te puede pasar de todo siempre, podés tener todo tipo de accidentes, podés morir de un infarto, te pueden robar...etc.etc. pero a todas esas variables incontrolables, acá tengo que agregar la del terremoto, y no me está haciendo mucha gracia que digamos.
Mejor: Despiértenme cuando pase el temblor.

25/4/08

El Mercado



Siempre me gustaron las ferias vecinales (los mercados), mirar a los vendedores, las señoras con sus carritos, los puestos con sus colores. Tristán Narvaja, era la feria de las ferias, no me alcanzaban los ojos, recuerdo el tiempo que perdía en los libros usados, mirando baratijas, en fin.
Recién ahora me estoy conectando con las ferias acá en el D.F. En Monterrey como que no me crucé con ninguna y los mercados techados a los que fui me produjeron más rechazo que nada. Ahora que estoy desempleada, descubrí que los viernes se instala una a tres cuadras de casa. Y claro, allá me voy, más que a comprar, a mirar. Es increíble lo que representa para los sentidos meterse en ese mundo, tan igual y diferente al mio. Con ciertas dinámicas que se repiten, pero otras nuevas, más regateo, mucho más que allá, el puestero que te da el "pilón" que es como la yapa, las frutas extrañas que ya he visto en el super, pero acá son como más diferentes y coloridas, las mil y una formas de comprar carne de cerdo, de pollo, pescado...Y no, no hay olor a carrito de chorizos ni a parrillada, pero hay unos puestos de tacos llenos de color y olor y gente sentada comiendo.
Me traje una jícama, los trozos de un pez desconocido, un cacho ´e queso (snif, extraño mi semi-duro mal) unas frambuesas y una fruta pa probar que, para variar, no me gustó. Pero la recolección es otra, es la experiencia de sumergirse en ese nuevo mundo, que todavía me asombra.

18/4/08

De Sandra Russo: Una Mujer


Esta es una de esas minas de las que digo: "cuando sea grande quiero ser como ella"
Copio y pego:

" Los hombres tienen más fuerza física. Quizás ésta, una de las diferencias inequívocas entre hombres y mujeres, haya sido la responsable de millones de destinos humanos, el disparador del aire comprimido que nos alteró la percepción, el tuétano del hueso que no dejamos de roer, como ratitas entrenadas. La fuerza física fue la que los llevó a ellos a cazar, mientras nosotras nos quedábamos a recolectar. Hoy, los hombres siguen yéndose y nosotras quedándonos. Es un chiste.

La fuerza física fue en aquel comienzo el atributo necesario para la supervivencia de la especie. Que las hembras fueran las que gestaran y parieran a la especie pudo valerles una mitad del poder. Pero no. Si uno lo piensa, el trato habría sido justo. Pero el trato fue injusto. El varón fue el narrador de la humanidad. Los varones nos han contado cómo sucedió todo, por qué, cuáles fueron los motivos, cuáles fueron los resultados y cuáles los argumentos. Casi todas las civilizaciones han dado por válida, siempre, la narración de los varones. Las mujeres hemos ido escuchando esa voz como si no hubiera otra, porque pasamos siglos y siglos de silencio, sin reivindicar siquiera el sonido de una voz propia. Necesariamente, cuando esa voz comenzó a hacerse audible, a principios del siglo XIX, fue una voz oprimida, rabiosa. La voz femenina que hizo cuña en la cultura fue primero una voz que cargaba con el peso de las que nunca hablaron. Cuando Virginia Woolf escribió sobre el cuarto propio, no sólo estaba reclamando la intimidad física necesaria para expandirse como sujeto. Estaba reclamando esencialmente la intimidad subjetiva imprescindible para tener juicio propio.

Hay un closet femenino. Así como hay un closet heterosexual. Los gays nos han enseñado muchísimo al respecto. Su emblemática “salida del closet”, con la angustia y los conflictos que supone enfrentarla, nos hablan a los heterosexuales de nuestros propios roperos, en los que hemos dejado, colgadas y descartadas, nuestras otras partes disponibles.

Hay un closet femenino. Allí todavía están, colgadas y descartadas, para muchas mujeres, algunas de las mejores partes de la feminidad. Hace apenas un siglo que somos criaturas con dos dedos de frente. Hasta entonces éramos algo así como chimpancés hembras, o mejor, personas con capacidades diferentes: sobre todo, capacidad de abnegación y de negación.

Ahora que somos sujetos y que el dinero ha reemplazado al dinosaurio, en estos tiempos en los que la fuerza física es un atributo degradado, presumimos que somos dueñas también de abrir nuestros roperos y vestirnos con lo que se nos dé la gana. Pero no, que lleva tiempo. Y una se enreda con una misma. Ahora que la fuerza de voluntad es tanto o más valorada que la fuerza física, las mujeres tenemos oportunidades magníficas. ¿Pero queremos oportunidades magníficas en términos profesionales o económicos? Muchas mujeres, en estos tiempos, están tan agobiadas que le llamarían “oportunidad magnífica” a poder romper en llanto en el hombro de un varón. Y ellos… antes nos abrían la puerta y ahora nos quitan el hombro. No hay nada que espante más a un varón argentino mayor de cuarenta años que una mujer que “lo necesite”.

Nosotras queremos a los varones. Hubo un par de generaciones que, la verdad, no los querían. Y cómo los iban a querer. Apenas se toma conciencia de que por el hecho de ser mujer una criatura de la especie humana ha sido sistemáticamente castigada en todas las culturas, eso da rabia. Muchísimas mujeres han vivido sus vidas con absolutamente todas las oportunidades recortadas y, sin embargo, al mismo tiempo vivieron de ese modo sin que se les ocurriera que algo raro, algo siniestro, algo tremendo pasaba.

Uno de los correos electrónicos con los que los ruralistas llamaban durante el paro a cacerolear decía que había que “poner en su lugar a esa simple mujer que se cree más de lo que es”. Tal cual. Pasmaba. Me lo reenvió, también azorada, Claudia Piñeyro, la autora de Las viudas de los jueves. Una escritora cuyo mayor logro, yo creo, es la fidelidad con la que ha captado una faceta de esa noia femenina, ese vacío atroz. “Una simple mujer que se cree más de lo que es” estaba, en el correo original, escrito en rojo. Subrayado. Quien lo haya decidido, quien haya optado por pintar esas once palabras con el color del rouge, de la sangre menstrual, de la protección contra la envidia, de los labios cuando desean, no tiene cuarto propio. Esa definición probablemente autorreferencial de quien concibe a la Presidenta como “una simple mujer que se cree más de lo que es” no hace más que repetir, como un eco bobo, seco, lo que nos han dicho siempre. La suficiente cantidad de siglos como para que ahora una mujer escriba eso sobre otra mujer."

Esto es copypaste de: www.sandrarusso.com.ar y lo escribió, obviamente, Sandra Russo.

10/4/08

El problema son las historias

Acabo de ver un corto de animación, la técnica del dibujo muy buena, el laburo...enorme, la historia...puf.
Los mexicanos son buenos con las cámaras, las tomas, el manejo de la luz, los planos, pero las historias siempre (bueno, en el 90% de las veces) dejan mucho qué desear.
Es una lástima, porque algo que podría ser una buena película o un buen corto, termina siendo apenas pasable. Y todo porque la historia, el guión, está hecha con las patas, está forzada, mal resuelta, no tiene interés, etc. Y lo más interesante es que no se dan cuenta...al menos eso parece.
Preguntándome a qué se deberá esto, creo que tiene que ver con esa dificultad crítica de verse a sí mismo, que tiene el mexicano. El mexicano no se toma el pelo, no se ríe de sí, es muy "sensible", tiene poca autocrítica, no es despiadado con el otro ni consigo mismo. También debe ser que lee poco...pero me inclino más por mi primer postulado ya que creo que la masa culturosa que hace cortos, videos y películas debe haber leido más o menos lo mismo en cualquier parte del mundo (ojo, estoy generalizando y esto de no ser crítico no necesariamente es un defecto) Ven? aclaro para no herir sensibilidades...
Por allá, por allá abajo, al sur, somos implacables, hipercríticos, totalmente neuras, siempre analizando, siempre con esa ironía, esa picota brutal en la que ponemos a todo el que se cruce delante, incluso a nosotros mismos. Y bueno, supongo que la cosa será combinar ese oficio que tienen por acá con las cámaras, los planos, las luces...y buenas historias, bien contadas, porque sin ellas todo lo demás no existe.
Así que empezaré seriamente a pensar en un guión...bueno por supuesto.