Pepe: Presidente en Pantuflas?
por Jorge Lanata
Son tipos raros. A mediados del ’84,cuando se resquebrajaba la dictadura del general Gregorio “Goyo” Álvarez, hijo del general Gregorio Álvarez Lezama, nieto del general Gregorio Álvarez, el pequeño dictadorcito de 1,70 metro que gobernó el Uruguay entre el ’81 y el ’85, vi cómo cientos de señoras con cacerolas salían a los balcones de la Rambla para apoyar el paro de colectiveros.
Tipos y minas raros: en el barrio de La Teja se organizaba la pobreza de Montevideo en ollas populares; en cada olla, además de comida, había un psicólogo. Y había, también, consultas populares para todo: se vencía el alquiler del Café Sorocabana, en la esquina de la Plaza y 18 desde 1939, y miles de firmas se unieron para impedirlo. Los avisos del bar en los diarios, en medio de aquella campaña, decían simplemente: “Discuta. Sorocabana”, o “Lea poesía. Sorocabana”. El bar, que llegó a vender 20 mil pocillos en un día, aquel en el que terminó la Segunda Guerra en 1945, tuvo que cerrar su local de la Avenida y mudarse a la calle Yi. Era el último de una dinastía que sólo se prolongaba en la ciudad de Durazno, donde otra sucursal con el mismo mobiliario y estilo pero impedida de seguir con la marca decidió poner en la puerta: “Ex Sorocabana”. Gente rara.
Ahora uno de los más raros, el tipo que sostiene que las hormigas gritan, está a punto de convertirse en presidente del país. El Pepe, el Viejo, el guerrillero, Mujica, pasó quince años de su vida en prisión como rehén. Iban a matarlo si los Tupamaros retomaban las acciones armadas; vivió con otros rehenes un aislamiento total: pasó cerca de dos años en un pozo sin movilidad y eran rotados por las prisiones militares, sin contactos con el interior o el exterior.
“Yo tenía siete ranitas a las que alimentaba con miguitas de pan –recuerda ahora, varios siglos más tarde–. ¿Sabés que las hormigas gritan? Lo descubrí al ponerlas al oído para entretenerme. Estuve siete años sin leer nada, salvo unos pedazos de diarios.”
“A veces nos comunicábamos por Morse. También con voces, estornudos, nos pasábamos señales de vida. El sueño nuestro cuando nos sacaban al baño era encontrar pedazos de diario en vez de papel higiénico, para saber qué pasaba afuera”, continúa el Pepe.
Hace unos meses, por primera vez, el Pepe se puso un traje. Llevó años arrastrarlo hasta la casa de Gabriel Mutto en la calle Maggiolo. Un presidente tiene que tener un traje.Bueno, traje sí pero corbata no. ¿Cómo que corbata no? Mutto aportó una idea diplomática:corbata sí, pero sólo con visitas de dignatarios extranjeros. O cuando le toque a él ir al exterior, sí. En ese caso, la corbata es una forma del respeto, y Uruguay respeta. “Uruguay es un pueblo respondón. No le vas a decir que se calle y obedezca. Somos conservadores anarquistas”, dice Eduardo Galeano. “Hay que crear un banco para los pobres”, sueña el Pepe, que no necesita más de 1.500 dólares para vivir y donará los 15 mil mensuales de su sueldo si gana, invitando al resto del gabinete a hacer lo mismo. Uruguay lo mira, entre conmovido y escéptico: ¿será lo que parece que es? ¿Parecerá lo que no puede ser? Gente rara, dijimos.
Conservadores anarquistas, dicen ellos. Mujica, el Viejo, es seguido por ejércitos de jóvenes. Su línea arrasó la interna del Frente Amplio con votantes nuevos, confirmando una vez más aquello de que no hay diferencias generacionales, sino viejos boludos.
“La vida tiene muchas cosas amargas –dice el Viejo– pero también ofrece revanchas. El problema es saber vivirla con continuidad y tener la capacidad de levantarse cuando se ha caído. Nosotros tuvimos esa experiencia (de la prisión). No la buscamos ni la planeamos, ocurrió de un modo que supera la imaginación de un novelista. Pero no vivimos para cultivar una memoria, mirando hacia atrás. Creo que el ser humano tiene que saber cicatrizar sus heridas y caminar en la perspectiva de futuro. Pues no podemos vivir esclavizados de las cuentas pendientes de la vida, si hacemos eso no se vive el porvenir de la vida, no se vive lo que está por venir. Y la vida es siempre porvenir. Yo tengo una memoria y sus recuerdos, no puede ser de otra manera. Pero dejo una cosa bien clara: el libro de mis cuentas pendientes, ése yo lo perdí. Y allá estaba yo, frente al Batallón Florida. ¿Pero qué restaba del Batallón Florida? La bandera, los trapos, los soldados marcando el pasado, tal vez con hambre, cumpliendo su misión. ¿Y la gente que me llevó a prisión? ¿De qué me voy a acordar? ¿De eso? No tiene ningún sentido. Es importante no olvidarse de nada, pero pienso que es necesario mirar el mañana. No se vive de recuerdos. Y, como militante, es necesario recordar que las credenciales también envejecen y deben ser renovadas. Es importante mirar al pasado pero también es necesario perderle el respeto.”
Caído el Generalísimo Alvarez, los tupamaros organizaban charlas con el público, abiertas, en las plazas de Montevideo y el interior del país. Ni el ERP ni los Montoneros pudieron hacer lo mismo. El triunfo arrollador de la primera vuelta (Frente Amplio 48,16%; Blancos 28,94; Colorados 16,90) tuvo su dejo amargo con la negativa a la anulación de la ley de amnistía. La Ley 15.848 de la Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (eufemismo uruguayo por Ley de Impunidad) divide aún hoy al país y limita a su mínima expresión la posibilidad de juicios por violación a los derechos humanos. Los uruguayos no tuvieron Malvinas: su transición, más parecida a la chilena, negoció una salida civil sin derrota militar alguna.
“Creo que no es posible hacer transformaciones relativamente importantes antes de quince o veinte años”, dice el Pepe, a los 74 años. ¿Será posible mirarnos de manera trascendente? ¿Querrán los uruguayos trabajar por algo cuyos resultados no van a ver?
Uruguay vive, también, la trampa del discurso múltiple: honestidad en un paraíso del lavado de dinero, impunidad en un pequeño país donde los bancos, demasiadas veces, han dictado la ley.
Luis Alberto “Cuqui” Lacalle –en campaña descamisado, una versión oriental de Menem con mejor promedio en el colegio– es parte de un Uruguay que lucha por sobrevivir en medio del vendaval: la quiebra del Banco Pan de Azúcar, los negocios de los hermanos Rohm y adjudicaciones irregulares de medios a sus amigos se han transformado en pesadillas recurrentes.
Agazapado en medio del ring, el viejo Uruguay responde con lo que encuentra a mano: el sorpresivo “descubrimiento” de un arsenal de armas de guerra vinculadas a narcos brasileros pero adjudicadas oportunamente a una remake tupamara alteró hace unos días la siesta de Montevideo. Fue todo tan torpe, e ingenuo, que recordaba a aquella mucama de Pablo Neruda yendo a enterrar su segundo vestido al jardín “porque con Allende iban a llegar los comunistas al poder y se lo iban a quitar”.
Mujica sabe que la manera de cambiar el país es lograr que los uruguayos cambien: “La deuda externa es impagable. Nosotros fingimos que pagamos y ellos fingen que nos cobran. Uno grita, pero el Fondo sigue igual, esta ahí. Lo que es necesario cambiar es nuestra postura. Porque a mí nunca me colocaron una 45 en la cabeza obligándome a pedir dinero prestado. El problema es que estamos educados para pedir prestado cuando enfrentamos dificultades. Y ellos ‘generosamente’ nos prestan. No lograremos cambiar el mundo con gritos, lo que es necesario cambiar, en primer lugar, es nuestra conducta. El día en que aprendamos a vivir con lo que tenemos, estaremos libres. No tenemos que cambiar al Fondo, somos nosotros los que tenemos que cambiar”.
Tabaré Vázquez dejará el poder con al menos cuatro orgullos: haber cumplido su palabra de evitar la reelección, irse con el 70 por ciento de imagen positiva, haber reducido el 18 por ciento los hogares de niños pobres y haber implementado la que fue –en opinión de este autor– la noticia política más importante de la década en América latina (sí, leyó bien):Uruguay es el primer país del mundo que llevó adelante sin cortapisas ni remiendos el plan “una lap-top por chico”: mientras en Argentina se discutía el precio, Uruguay entregó e instaló más de 460 mil computadoras personales.
Para decirlo de otro modo: cada chico del Uruguay en edad escolar primaria cuenta con su ordenador, puede llevarlo diariamente a su casa y compartirlo con su familia. Cada una de esas computadoras tiene una conexión gratuita a la red. El año próximo se comenzará con los alumnos secundarios. El relato tendencioso de los Rodríguez Saá suena, en este contexto, como una especie de broma: San Luis entregó sólo algunos miles de máquinas, dio créditos para comprar otras y llenó la provincia de conexiones wi-fi (conexiones, o sea: enchufes, no máquinas).
El nuevo desafío se llama ahora en Uruguay Plan Cardales: lograr que todos los hogares del país reciban cable, conexión a la red y teléfono a un precio casi simbólico, como paso previo a la informatización de todas las áreas de gobierno para agilizar y transparentar las gestiones ante el Estado.
Ahí están nuestros primos: ¿tipos raros, no ? Se merecen que les vaya bien.
3 comentarios:
excelente
rioplatenses , uruguayos hombres de bien.
saludos
Maga: me encantó esto de Lanata que publicaste.
Volveré a leerte con más tiempo.Por ahora te dejo mi saludo, con lesperanza renovada y el deseo de que el nuevo año sea para todos aún mucho mejor.
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